LOS EMPRENDEDORES SOMOS LOS HÉROES.

En un mundo obsesionado con lideres políticos, tecnócratas y burócratas que pretenden diseñar la sociedad desde estructuras de poder, el libertarismo y su teoría sobre la función empresarial nos entrega una tesis radical: el orden económico y social no requiere planificación estatal, porque son los emprendedores —no el político— quien descubre, coordina y lidera la creación de riqueza. Esta idea es más que una teoría económica; es una bomba intelectual contra todo intento de sustituir la acción individual por diseño colectivo coercitivo.

Desde el siglo XX, el discurso económico dominante ha estado marcado por modelos mecanicistas, donde los agentes económicos son predecibles autómatas maximizadores. La Escuela Austríaca, en cambio, introdujo un giro dinámico al rescatar la figura del empresario como el verdadero motor del proceso de mercado. No como simple inversor o gerente, sino como actor epistémico que, en medio de incertidumbre radical, genera orden sin necesidad de planificación externa. 

El Empresario como Agente del Descubrimiento y Coordinación.

La función empresarial nace del reconocimiento de un hecho esencial: el futuro es incierto. Esta incertidumbre no es estadística ni calculable como sugiere la teoría neoclásica, sino genuina e incognoscible. Fue Ludwig von Mises quien señaló que toda acción humana es especulativa: cada actor apuesta a que sus medios lo acercarán a sus fines. En este sentido, todo ser humano es empresario, pues debe interpretar señales incompletas, actuar sin certeza y asumir riesgo.

El discípulo de Mises, Israel Kirzner, profundizó esta idea al definir al empresario como aquel individuo capaz de percibir oportunidades que otros no ven. El empresario no simplemente reacciona a precios dados, sino que descubre necesidades que deberá o no resolver: un bien mal valorado, un recurso mal asignado, una necesidad no cubierta. Su alerta emprendedora es la chispa que inicia el desarrollo de soluciones que decidió crear. Así, el empresario coordina el mercado, no por mandato ni diseño, sino porque actúa bajo incentivos reales y conocimiento contextual que ningún político puede replicar.

Frente a esta visión, la teoría económica dominante (dominante porque al poder político le conviene no a la sociedad) reduce al empresario a un modelo matemático, o peor aún, lo considera irrelevante. El equilibrio general neoclásico lo borra del mapa, mientras que la teoría keynesiana lo reemplaza por el gasto público como motor del dinamismo. Pero ¿Qué puede saber un burócrata en su escritorio sobre las necesidades de millones de individuos? ¿Qué innovación ha salido del Ministerio de Economía? Ninguna. Son los empresarios en su interacción libre quienes, bajo prueba y error, crean progreso real.

El Mercado como Orden Anárquico y el Empresario como su Coordinador.

La teoría austríaca de la función empresarial no es solo una descripción técnica del mercado. Es una defensa ontológica del individuo libre frente al poder político. En un contexto de libre mercado, el empresario es el gran coordinador espontáneo, el descubridor de conocimiento disperso, el ejecutor de innovación sin permisos ni licencias. El Estado, en cambio, es el principal enemigo del descubrimiento: subsidia errores, protege incompetentes, y ahoga la creatividad con regulaciones.

Por eso, la conclusión no puede ser otra que el Libertarismo: el orden social no necesita del Estado, necesita empresarios libres. No necesitamos bancos centrales que manipulen tasas, ni superintendencias que regulen precios, ni ministros que “reactiven la economía”. Necesitamos mercados desregulados, propiedad privada y empresarios actuando sin coacción. Allí donde florece el emprendimiento sin trabas, surge riqueza, cooperación y el desarrollo de todas las ciencias (tema que estamos trabajando para una próxima publicación)

La verdadera revolución no vendrá de las urnas, sino del emprendedor que crea valor a espaldas del Estado.

!que vivan los emprendedores de Chile y el Mundo!