¿Qué es la Libertad?
¿Qué es la Libertad?
Por Hugo Holmgren R. - Columnista Estable. @hugo_holmgren_r
La interrogante sobre qué es la libertad ha intrigado al hombre desde los comienzos de la civilización humana. Esta pregunta ha tratado de ser respondida por grandes filósofos, políticos y pensadores a lo largo de la historia. El ámbito de la libertad no ha sido reservado para un sector específico de pensadores, de hecho, podemos encontrar definiciones de libertad desde John Locke hasta Jean-Jacques Rousseau, desde Murray Rothbard hasta Karl Marx. Si bien todos los humanos desarrollamos una especie de noción sobre qué es la libertad, definirla formalmente es un trabajo que requiere la mayor seriedad posible, debido a que una definición vaga o ambigua de libertad, puede llevar a conclusiones horrorosas y aberrantes, incluso llegando a condenar a la raza humana a la perdición. Revisemos, por ejemplo, la definición de libertad que da Karl Marx en el volumen 3 de El Capital, donde expresa que:
El reino de la libertad sólo empieza allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad y por los fines externos; queda pues, propiamente más allá de la órbita de la producción material. En el auténtico reino de la libertad, el desarrollo de las capacidades humanas como fin en sí mismo, empieza cuando termina el reino de la necesidad, pero ese reino de la libertad, sólo puede florecer partiendo del reino de la necesidad.
Acorde a esta definición, libertad y necesidad no son compatibles, es decir, sólo se puede ser libre si no se sufren necesidades insatisfechas. Al mismo tiempo, el reino de la libertad debe necesariamente florecer del reino de la necesidad, por lo que Marx concluye que el hombre debe alienarse y acumular medios de producción, y solamente una vez expropiados aquellos medios, se puede lograr realmente llegar al reino de la libertad. Al hacer libertad y necesidad dos conceptos incompatibles, se llega a la conclusión muy común, pero errónea, que libertad es sinónimo de poder hacer. Esto quiere decir, que soy libre de hacer algo siempre y cuando pueda hacer ese algo, por ejemplo, si no puedo llegar a pelear por el título mundial de boxeo, no soy realmente libre de ser un gran boxeador. Este común error hace que se llegue a conclusiones desastrosas. En nombre de la libertad podemos, por ejemplo, forzar a que gente pague por nuestras necesidades “básicas”. Esto es realmente común hoy en día y nadie parece tener problemas con poner impuestos a los “súper ricos” para financiar nuestros “derechos sociales”, llámense educación, salud, pensiones, viviendas, agua, etc. Debido a que si no somos capaces de obtener algo no somos libres de hacer aquello, entonces, para que todos conservemos nuestra dignidad humana, todos tenemos derecho a forzar a otros seres humanos a pagarnos todos estos bienes y servicios mínimos para asegurar una vida digna. Ahora, dónde está la línea para definir qué es un derecho social y qué no, sólo el siguiente político de turno lo sabe. Y por qué detenernos ahí, si luego podemos lograr el paraíso sobre la Tierra si tan sólo dejamos en manos del Partido la expropiación total de los factores de producción.
Luego tenemos otra definición de Libertad de un influyente filósofo francés del S.XVII, Jean-Jacques Rousseau. En su famoso libro El Contrato Social, Rousseau propone una definición de libertad basada en la voluntad general, donde establece que: “La libertad consiste en obedecer una ley que nosotros nos prescribimos a nosotros mismos”. Al establecer que la libertad moral se alcanza de esa manera, concluye que, en una sociedad civil, los ciudadanos alcanzan la libertad moral, siempre y cuando el gobierno siga el interés general de su pueblo. Aquí surge una tremenda interrogante, que es la misma que se les hace a los fieles al utilitarismo. Si la libertad moral es alcanzada siempre y cuando se obedezcan leyes que sigan el interés general dictamina, entonces ¿Los ciudadanos de la Alemania Nazi, ya sean de raza aria o judía, eran libres? Bueno, al analizar las condiciones previas, se ve que este caso cumple con todas ellas, por lo tanto, se debe concluir que sí, los ciudadanos, arios o judíos, de la Alemania Nazi, eran libres. No se debe olvidar que Hitler fue elegido democráticamente por la mayoría de los ciudadanos, y también fervientemente defendido por sus séquitos durante el transcurso de la segunda guerra mundial.
El argumento utilitarista de que la voluntad de la mayoría siempre maximiza la utilidad de la sociedad y por tanto debe ser defendida a cómo dé lugar, sin emitir juicios de valor, queda destrozado con este ejemplo de la vida real. Sin emitir juicios de valor, no se puede decir por qué lo que hizo Hitler estuvo mal y que sus ciudadanos no eran libres. Es por esto que es necesario instaurar un código ético que permita juzgar los hechos de manera objetiva y establecer qué cosas son legítimas y qué cosas no lo son.
Precisamente, esto es lo que Murray N. Rothbard hizo en su libro Hacia una Nueva Libertad: El Manifiesto Libertario y sobre todo en La Ética de la Libertad. A través de la justificación de la Ley Natural como medio para que, mediante el uso de la razón, los seres humanos pudieran establecer qué cosas van y no van en contra de la naturaleza propia del ser humano, Rothbard basa su análisis filosófico. A través de la Ley Natural, se deriva la única definición de libertad que va par a par con la naturaleza del ser humano: “La libertad es la condición en la cual los derechos de propiedad del individuo sobre su propio cuerpo y legítima propiedad material son respetados y en la cual nadie agrede en contra de su persona o propiedad”. Esto se puede resumir en la simple pero efectiva frase: “Libertad es la ausencia de coacción”. Sólo esta definición rescata la verdadera esencia del estado natural del hombre. Al definir así la libertad, resulta fácil definir y analizar el delito como: “Invasión violenta o agresión contra la justa propiedad (incluida la propiedad sobre la propia persona) de otros individuos”.
Con el correcto análisis hecho por Rothbard, se puede ipso facto descartar las incorrectas definiciones de libertad de Marx y Rousseau, que hasta el día de hoy siguen justificando atrocidades. Debido a que para llegar al reino de la libertad, según Marx, se debe eliminar la necesidad de todos, mediante la anterior alienación del individuo de su estado natural como parte del colectivo a la acumulación de los factores de producción, a su posterior expropiación por parte del Partido Comunista, que por definición sigue los deseos del proletariado, entonces, se incurre en el delito de invasión sobre la legítima propiedad material del productor y, por definición, se contradice el lema de ausencia de coacción y es por tanto, considerada una violación a la libertad del individuo. De esta forma queda obsoleta la definición Marxista de Libertad. Por otro lado, según Rousseau, para conseguir la libertad se debe obedecer la legítima voluntad general, sin emitir juicios de valor sobre aquella voluntad, que de paso maximizaría la utilidad social. Exceptuando el caso único e inédito en que esta voluntad general se alinease perfectamente a la Ley Natural del ser humano, cualquier voluntad popular que vaya en contra de la propiedad legítima de algún ser humano, sería una violación a la libertad de aquél y constituiría un rechazo de ser llamado libre. Ya sea el caso de la Alemania Nazi, o si la mayoría de la gente decide obligar a los pelirrojos a ser esclavos o bien si dictamina que la gente con ojos azules debiese vivir alejada del resto de la sociedad. No importa el caso concreto, el hecho es que, la voluntad de la mayoría no crea un precedente para llamar a aquella sociedad libre por el mero hecho de seguir aquella voluntad y las leyes que imponga. Cualquier imposición que implique la invasión o agresión de los derechos propiedad de cualquier ser humano, implica por definición la ausencia de libertad de aquél.
Como conclusión, se puede afirmar que el ser humano sólo es libre en ausencia de coacción. Al ser el Estado, por excelencia, la organización criminal (por cometer delitos en base a la definición esgrimida anteriormente) que subsiste exclusivamente a partir de la coacción e invasión de la propiedad de sus súbditos, debe ser considerado como el principal antagonista y barrera que impide la consecución de la libertad del hombre. Cualquier persona que abogue por la libertad, debe necesariamente abogar por la abolición del Estado. Estado y Libertad son polos opuestos que nunca, por definición, podrán existir al mismo tiempo. Son mutuamente excluyentes. Con Estado no hay Libertad y con Libertad, no hay Estado.